Viaje de siete dias a tierras italianas que ire subiendo dia a dia para no empachar a quien quiera que este leyendo esto. Salimos hacia Genova el dia 26 de diciembre con Vueling, prontito en la mañana. He hecho la promesa de no volver a viajar con Ryan Air y Vueling es la mayoría de veces correcta. Tuvimos la suerte de ir sentados en la zona de salida de emergencia por lo que fue un trayecto rápido y cómodo. Al llegar teníamos que coger un autobús que nos dejara en el centro de Genova y casi la cagamos metiéndonos en uno que no era. Finalmente el tipo nos indico donde coger el que necesitábamos gracias a la simpatía y desparpajo de Lola con los idiomas. El bus gratuito nos dejo al lado del hotel, así que empezamos muy bien. El hotel B&B Hotel Genova esta en una zona estupenda al lado de la estación del metro de Principe y justo al inicio del paseo marítimo. Como no podíamos entrar en la habitación hasta las dos, dejamos las maletas y nos lanzamos a la calle, así con nuestro estilo decidido y aventurero (o sea sin mapas ni referencias de ningún tipo).
Enfilamos el paseo marítimo camino del puerto viejo. Pero antes nos pillamos unas focaccias para desayunar. La focaccia es uno de los alimentos típicos de las tierras de Liguria con los trofies con pesto genovese, la pasta con almejas, mejillones y calamares o el pescado frito.
Antes de llegar hablamos pasado por la Piazza dei truogoli di Santa Brigida, dentro del centro histórico de la ciudad, donde vimos los baños públicos medievales donados por una familia de la nobleza para combatir la peste en el siglo XVII.
Al final del paseo marítimo nos metimos de nuevo en el centro histórico con sus callejuelas y entramos en nuestra primera iglesia: Chiesa di San Pietro in Banchi.
Declinamos entrar en la Expo de cine donde sus protagonistas eran Star Wars o el Señor de los truños y seguimos hasta la Piazza de San Lorenzo con su majestuosa catedral.
Seguimos por el Palazzo Ducale que desemboca en la Piazza de Ferrari.
De ahí rastreando dos obras de Rubens acabamos en la Chiesa dei Santi Ambrogio e Andrea detta del Gesù.
Entonces partimos en busca de la calle peatonal Vía Garabildi, llena de sus palacios e hicimos una breve parada para colonizar el Palazzo Doria Tursi.
Deshicimos nuestros pasos para subir en ascensor al Belvedere Castelletto para tener unas vistas brutales de la ciudad y bajamos andando hacia la Basilica della Santissima Annunziata del Vastato.
En ese momento el hambre apretaba, pero al ser festivo no había nada abierto. En el paseo marítimo por fin encontramos un sitio que no tenia mala pinta pero lleno hasta los topes, así que nos fuimos a su modesto vecino (Caravelle 92). Lo bueno de comer en Italia es que por muy mala que sea la comida siempre es comestible: Unos mejillones a la marinera (mezclados con almejas porque no tenían mas) y unos spaghettis al tonno.
Después de comer una siesta para recuperar fuerzas pues nos habíamos levantado a las 5:45, nos fuimos a su famoso acuario donde Lola Costeau se lo paso de muerte hablándome de hierbas marinas y pescados (peces según ella). Tocaba cenar y tras una larga búsqueda nos decidimos por la Trattoria Le Maschere: Unos spaghetti con fruta di Mari y unos trofies al pesto. De postre una tarta recomendada por el camarero llena de azúcar alimonada. To be continued…
Génova no es una ciudad a la que yo le dedicaría un adjetivo como bonita, adjetivo que a mí me gusta mucho utilizar porque aúna algunas cualidades positivas como agradable, estética, fácil, etc.
Como buena ciudad portuaria tiene una situación privilegiada con esa cerrada bahía al frente (con mucha construcción civil) y las escarpadas montañas detrás por las que escalan las casitas entre el verde. Es práctica, con una marcada intención de funcionamiento ágil, con una vía importante a pocos metros del agua, entre la mole de viviendas y el paseo que recorre toda la ciudad al lado del mar pero donde, sobretodo, se nota que la practicidad pasa por delante de la estética. Punto inteligente a favor de los genoveses que como buenos comerciantes desde hace tantos siglos saben lo importante que es garantizar la buena circulación de cosas y personas a la hora de hacer negocios.
Hacia atrás, mirando la montaña, la intrincada maraña de caruggis (en idioma ligur) característicos, intrincados y oscuros callejones, nos lleva hacia la multitud de iglesias y palazzos que pueblan la ciudad.
Y poca concesión a la buona vita, se nota que es ciudad de comerciantes y trabajadores (ahora mucha población de origen árabe y subsahariano) con poca tienda de marca, pocos cafés y terrazas donde pasar las horas y casi ningún restaurante de alto nivel y sí, mucha tiendita y mucho restaurante de todo un poco…
Y la plaza con quioscos de discos y libros de segunda mano (la Piazza Bianchi) ya me ganó para siempre como admiradora de los genoveses…